jueves, 1 de noviembre de 2007






Un dinosaurio anduvo en skate. Sucedió hoy, en casa. Probamos con un triceratops pero era demasiado grande para el skate. (Que en realidad es un llavero con un skate.) El que mantuvo mejor el equilibrio sobre ruedas fue un diplodoco en miniatura. Un diplodoco manso con un cuello desmesuradamente largo, de diplodoco.A mi hijo le fascinan los dinosaurios. Yo no dejo de sorprenderme y admirarme por esta pasión en alguien que no ha cumplido aún los tres años.Estos bichos prehistóricos comen galletas dulces y toman leche vitaminizada. Los hay malos y buenos. A veces se pelean entre ellos. Sobre todo el tiranosaurio rex, que tiene brazos medio cortos, como para dar piñas, y es “agresivo”. Algunos viajan en lancha o en jeep, otros se duermen a cualquier hora en el sofá del living.Uno de los libros que más recuerdo de mi infancia fue uno que me trajo mi abuelo de Francia: Les animaux disparus. Era un libro de tapa dura, con un tigre diente de sable y no sé qué más -no sé quién más- en la cubierta. Yo estaba encantadísima, aunque también todo aquel mundo me asustaba un poco, eran medio sangrientos los dibujos y el texto crudamente realista, sin concesiones. Nada de animales bobos que enseñan reglas de buen comportamiento social, tipo Barney. De esos que se llevan los chupetes de los niños, las mamaderas y otros objetos semejantes. Los cómplices de madres y padres, dueños de discursos asquerosamente conformistas, vestidos con trajes de esponja en colores inverosímiles. Me niego, no voy a comulgar con eso, no tuve más remedio que soportar a Barney un tiempito pero por suerte mis vástagos ya pasaron por esa etapa.Claro que mi libro me lo regalaron mucho antes de que Spielberg estrenara Jurassic Park. Ahora empecé a revivir este interés por los animales prehistóricos en otra etapa de mi vida. La abuela le regaló a su nieto un libro sobre dinosaurios. Y con la excusa de explicarle al nene cómo son estos bichejos porque él no lee todavía, me lo leí yo de cabo a rabo. A él le resulta muy gracioso que la caca de dinosaurio con el tiempo se haya convertido en piedra, y que gracias a eso uno pueda saber qué comían estos animales. Dibuja en hojas blancas unos círculos enormes que abarcan casi todo el espacio: son huevos de dinosaurio. Me dolió decirle que ya no existían más, que nunca iba a ver a ninguno en vivo, que no convivían en lugares salvajes con otros animales feroces, como los tigres y los leones. Esto a él no pareció afectarle demasiado.Los dinosaurios que están en casa viven en un recipiente redondo donde venían cinco litros de helado de dulce de leche, chocolate y sambayón, con su correspondiente tapa y manijita para trasladar. Los acompaña una tortuga que parece de verdad, justamente uno de los dinosaurios tiene una especie de caparazón de tortuga en el lomo. Algunos los traje de Buenos Aires (fue lo que me pidió mi hijo que le trajera). Vienen con un huevo amarillo que se abre al medio y con un cartón instructivo donde figura el nombre de cada uno al lado del dibujo. Los fines de semana siempre nace algún bebé dinosaurio, a veces son nacimientos múltiples, y salen del huevo ejemplares de especies diferentes. Puede que se traicione la verdad histórica, no todos estos animales convivieron en una misma época. En definitiva, qué importa eso.

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